jueves, 27 de marzo de 2008

4.3.2

Ahora, esta noche, me ha acariciado, me ha pedido perdón, me ha dicho que soy una santa y él un bruto. Y que nunca se perdonará haberme hecho sufrir tantas y tantas noches. El viaje lo ha cambiado extrañamente. Ha estado fuera una semana, en no sé qué congreso al que asistió por cuenta de su empresa.Por lo menos, afirmó al marcharse, que estará una semana sin escuchar mi orquesta. Me asuguró que dormirá a pierna suelta. Y ahora, al volver, me pide perdón por todo lo que me ha hecho sufrir. Y por todo lo que he callado. Me declaró que yo podía haberle dicho que él ronca también, no sabia si tan escandalosamente como yo, pero ronca toda la noche. Es cierto que ronca. Y que nunca se lo confesé por no humillarlo. Pero ahora él sabe que ronca, y me pide perdón, y todo se ha arreglado. Y me abraza, y me menciona que soy una santa y él un miserable.

4.3.1

Ha estado fuera de casa una semana. Al volver, parece otro. Cuando nos acostamos, me ha acariciado con mucha ternura y me pronuncio estas palabras:
-No volveré a atormentarte con lo de tus ronquidos.
Y me ha extrañado que ahora se le ocurra esa idea. Desde que nos casamos -será más exacto decir desde un par de años después de habernos casado- suele despertarme, zarandeándome, varias veces cada noche y me afirma:
-Ya estás roncando otra vez, roncando como una bestia; qué pena que no puedas oírte.
Y yo jamás hice otra cosa que pedirle perdón. Muchas veces me echaba a llorar, lo que servía para irritarle más aún:
-Cállate ya: primero, ronquidos y ahora, lloros. ¿Es que no voy a poder dormir tranquilo?
Así una y otra noche desde hace cinco años. Y yo nunca me quejaba, sólo le pedía perdón. Hasta fui al médico, a ver si eso de los ronquidos tenía algún remedio, y me dijo que no.